SOBRE EL ACCESO A LA UNIVERSALIDAD DEL CONOCIMIENTO


El sujeto del pensamiento es el individuo, la mente singular, el yo. Pero el proyecto del pensamiento –el proyecto final, definitivo, que podemos asumir con el nombre de filosofía, o de ciencia filosófica – es acceder a un punto DE vista universal. Universal, en el sentido que exprese la verdad general, pero no en el sentido de una concepción genérica y abstracta, sino de una teoría (conjunto de verdades generales) común a todos los individuos, universalmente válida, aceptable por todos y para todos.

La tarea del pensamiento, consiste entonces en pasar desde la posición individual a la posición universal. Ello supone un proceso de progresiva ampliación de la perspectiva, que por etapas, va superando límites personales, grupales, circuitos que cada vez serán más amplios, hasta abarcar la totalidad o universalidad.

El camino que lleva desde lo particular hacia lo universal es realizado por cada individuo, por cada pensador, por cada filósofo. Y como el punto de partida es siempre e inevitablemente diferente, pues corresponde a la experiencia y a las ideas y búsquedas de cada individuo, habrá tantos caminos hacia lo universal como individuos realicen la búsqueda, el tránsito hacia lo universal.

Sin embargo, acceder al punto de vista universal supondrá, por definición, asumir como propios los recorridos intelectuales de los demás buscadores de la verdad universal. Pero tal asunción no puede realizarse de modo ecléctico, como simple sumatoria o agregación de informaciones e ideas, sino que requiere ‘hacer propios’ los puntos de vista de los otros, integrarlos al propio recorrido conceptual.

Esto no puede lograrse sino a través de un proceso de crítica, en el sentido de someter al propio análisis lo que inicialmente es ajeno, rescatando de aquello sólo, pero todo, lo que pueda integrarse coherentemente con la propia elaboración. Pero, si partimos de la necesidad de la universalidad, la crítica no puede quedarse en la negación de lo ajeno, sino en su aceptación crítica. Esto implica siempre e inevitablemente una superación del propio punto de vista, un acceder a un punto de vista superior, superior tanto al propio como al ajeno.

Así, se accede a la autonomía del propio pensamiento, que será más autónomo en la medida exacta en que sea más universal. Pues si no se amplía y universaliza, será absorbido por el otro, quien será el que guíe el proceso general del pensamiento humano. El filósofo guía será siempre el que más alto haya llegado, por hacer demostrado ser capaz de asimilar e integrar una mayor proporción de los puntos de vista, de las experiencias, de las ideas particulares representadas en el pensamiento de los diferentes buscadores de la verdad universal.

Luis Razeto

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