REALIZAR UN TRABAJO INTELECTUAL CREATIVO ENTRE DOS (Primera parte)


En los últimos años de la escuela media y especialmente en la educación universitaria se ha hecho muy habitual realizar trabajos escritos entre dos estudiantes, y actualmente muchas Tesis de grado e incluso de posgrado son presentadas como el trabajo conjunto de dos autores. Por cierto, también se ha difundido la costumbre de los "trabajos en grupo", según la idea de que en el mundo actual casi todos los empleos requieren haber aprendido a trabajar en colectividad, y esto supone un aprendizaje que la escuela y la universidad debieran fomentar entre los estudiantes.

Tanto en el trabajo "a dúo" como "en grupo" sucede a menudo que uno de los participantes es activo y lleva la mayor parte del trabajo, mientras el otro o los otros participantes cumplen un papel secundario, realizan pequeños aportes, si no son incluso "colaboradores pasivos". Trabajar real y efectivamente entre dos autores o en grupo es difícil, pero es posible generar obras intelectuales realmente valiosas trabajando de este modo, y puede resultar muy satisfactorio para los participantes. Para ello, según mi experiencia, es preciso que se cumplan varias condiciones.

No es mi intención teorizar aquí sobre estas prácticas, ni analizar sus ventajas y desventajas pedagógicas. En conformidad con los propósitos de este blog que expuse en un artículo anterior ("Trabajar en público como los maestros del Renacimiento"), me referiré ahora a mi propia experiencia de trabajo "a dúo", dejando para más adelante referirme a mis experiencias de "trabajo en grupo".

Mi primera experiencia de trabajo "a dúo" fue con Walter Sánchez. Fuimos co-autores de nuestra Tesis de grado para obtener la Licenciatura en Filosofía y Educación. Con Walter nos conocimos y convivimos durante tres años en el Seminario Pontificio de Santiago; y después continuamos estudios de Filosofía y Pedagogía en la Universidad Catílica de Valparaíso, mientras trabajábamos para financiar nuestros estudios. Lo hicimos como "asesores laicos" de una organización estudiantil cristiana, y como participantes remunerados (no recuerdo la forma legal de los contratos) en una Corporación de Estudios Políticos sobre Comunitarismo, y en una Corporación de Promoción y Educación Popular basada en los principios de Paulo Freire. También participamos juntos en el movimiento por la Reforma Universitaria los años 1967 y 1968, y en la creación y gestión de una Escuela de Capacitación Obrera.

Durante esos años (siete en total) de estudios y trabajo intelectual y social comunes, llegamos a conocernos y a ser muy buenos amigos, y como resultado de todo ello compartíamos en general una visión del mundo, una manera de entender la sociedad y sus problemas, y una misma concepción sobre la educación popular comunitaria. Con todo esos antecedentes, escribir juntos una Tesis de grado no solamente resultaba obvio hacerlo, sino que también no ofrecía mayores dificultades. Sabíamos lo que teníamos que decir y lo que teníamos que describir y contar. Aún así, la escritura de la Licenciatura no fue una redacción compartida. Simplemente nos pusimos de acuerdo en las ideas principales y en la estructura de la Tesis, y nos dividimos la redacción: yo me encargué de la parte más teórica y él de la parte más práctica y metodológica. El resultado - creo poder afirmarlo aunque mis recuerdos no son muy detallados porque eso fue hace más de 50 años -, fue una obra conceptual y metodológicamente coherente, unificada, que por cierto obtuvo la calificación más alta.

Lo cuento y lo explico porque alcanzar coherencia conceptual y metodológica, unificando pensamientos y experiencias de dos personas diferentes, es algo extraordinariamente difícil de conseguir. Hay que haber vivido, dialogado, trabajado, discutido, estudiado, reflexionado, compartido experiencias, etc. durante mucho tiempo. A menos, que, naturalmente, se trate de escribir obviedades e ideas generales de sentido común o "políticamente correctas": pero, es claro, las obviedades, lo que todos ya piensan por ser "de sentido común", y lo "políticamente correcto", no constituye verdadero trabajo intelectual, y el ponerlo por escrito en un texto no merece el calificativo de trabajo creativo.

Estoy hablando, claro está, de un trabajo intelectual en que los autores comprometen sus personas, sus conciencias, sus vida interior y exterior, sus búsquedas auténticas y autónomas de la verdad, del bien, de la belleza. No de esos trabajos que se piden hoy día a los "tesistas", en los que deben ante todo adoptar un "marco teórico" predeterminado por algún autor famoso, que aplican una metodología de investigación estándar, y en que "citan" las ideas del mayor número de autores que hayan escrito sobre el mismo tema.

Un caso completamente distinto al de mi trabajo con Walter Sánchez, y una experiencia que considero sorprendente, ha sido el trabajar "a dúo" con Pasquale Misuraca. Les contaba en el artículo anterior que con Pasquale Misuraca (ya les dije quién es) escribimos juntos dos libros científicos, un libro de ficción y reflexión, varios libros de carácter teórico, e incluso un guión para un largometraje. Todo esto, a lo largo de 45 años en que nos hemos encontrado, sea en Italia o en Chile, primero durante casi seis años, y después en períodos de semanas y meses. Para ambos ese trabajar "entre dos" ha constituido una experiencia extraordinaria, como nos lo decimos siempre.

Cuando nos pusimos a trabajar y a escribir juntos, recién nos conocíamos. Él vivía en Italia y yo estaba llegando desde Chile, el año 1975. Nuestros estudios habían sido muy diferentes, las experiencias de vida no tenían nada en común. Él era agnóstico y yo cristiano. Compartíamos solamente que éramos jóvenes, él 3 años menos que yo; que habíamos estudiado sociología (pero con muy diferentes enfoques); una cierta afinidad de orientación política; y que vivíamos con nuestras respectivas esposas e hijos, en el mismo grupo de edificios de departamentos construidos por una organización cooperativa.

Por todo ello, nuestro trabajo "entre dos", tan amplia y variada en cuanto a las obras generadas; y tan prologada en el tiempo, es una experiencia muy notable. Y muy singular, como se verá. Me referiré a ella en la Segunda Parte de este artículo, porque hacerlo en éste resultaría muy extenso para muchos lectores.

Luis Razeto


Comentarios

  1. "Para ambos ese trabajar "entre dos" ha constituido una experiencia extraordinaria, como nos lo decimos siempre." Così scrive Luis, ad un certo punto di questo suo articolo di questo suo nuovo blog.

    Vero, è stata ed è, lavorare in due creativamente, una esperienza non ordinaria. Lo testimonio con un aneddoto relativo al primo libro scritto insieme e pubblicato in prima edizione nel 1978.

    Ogni volta che discutevamo con altri intellettuali il lavoro nostro iniziale, il primo libro di scienza della storia e della politica (https://www.amazon.co.uk/Traversata-marxismo-sociologia-proposta-politica-ebook/dp/B076ZL9MRZ/ref=sr_1_12?qid=1557373384&refinements=p_27%3APasquale+Misuraca&s=books&sr=1-12) la domanda che ci ponevano tutti era: quali capitoli ha scritto l'uno e quali l'altro? Non potevano immaginare, non potevano capire, che scrivevamo insieme tutto il libro, parola dopo parola, capitolo dopo capitolo, essendo il libro - quel primo libro e tutti i libri e i saggi e i lavori che sono seguiti - la trascrizione quotidiana di una ricerca nel suo farsi.

    Non ci dividevamo i capitoli e non raggiungevamo nessun compromesso nella costruzione del testo. Partivamo, discutevamo, e nella discussione i nostri singolari punti di vista iniziali erano assorbiti e superati da nuove idee superiori alle idee di partenza. Insomma, si potrebbe dire, con le parole di Montaigne, che non eravamo tanto noi a scrivere il libro quanto il libro a scrivere noi.

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