GRANDEZA, MEDIOCRIDAD Y VILEZA
Leo: “Me
ha ocurrido, y suele pasarme, que una obra grande me desagrade a
primera vista, por no estar yo a su altura; pero si intuyo que hay
mérito en ella, intento aproximarme, y no me faltan entonces los
descubrimientos más alentadores: percibo en las cosas nuevas
cualidades, y en mi, nuevas capacidades.” (Goethe)
Reflexiono:
El encontrarnos con una obra de pensamiento o de arte que nos supera,
que no llegamos a comprender cabalmente, hace que tomemos conciencia
de nuestra pequeñez en relación con aquello superior. Ese encuentro
puede producir desagrado y malestar, porque implica reconocer las
propias limitaciones. Ahora bien, encontrarse con algo mayor es lo
único que nos permite crecer, superarnos, expandir nuestro propio
ser. Sólo si tomo conciencia de que desconozco algo puedo motivarme
a expandir mi conocimiento; sólo si alguien sabe más que yo puedo
aprender de él lo que no sé.
Es
en tales circunstancias que se verifica y comprueba la grandeza, la
mediocridad o la vileza de una persona. ¿Cómo reaccionamos, qué
hacemos, al encontrarnos con una obra, o con una persona, cuya
grandeza es tal que nos obliga a reconocer nuestra propia limitación?
Goethe
era un grande. Un hombre capaz de reconocer que hay obras que lo
superan, y que ello le produce desagrado. Hay ya en eso una inusual y
destacable honestidad. Pero su verdadera grandeza se manifiesta en
que en base al reconocimiento de sus limitaciones, se supera a sí
mismo mediante la aproximación a esa obra que le desagrada porque lo
supera, de modo que él mismo crece, se aproxima a sus alturas, se
hace más grande de lo que ya es.
El
mediocre, al tener conocimiento de algo mejor, más grande, más
profundo, más bello de lo que es él, siente el desagrado porque
aquello superior testimonia su propia limitación y mediocridad. Pero
su mediocridad lo lleva a no dar crédito y reconocimiento a la obra
o a la persona que lo supera. La deja pasar, no se aproxima a ella,
no aprovecha la ocasión de aprender, de crecer. Así, se mantiene en
su mediocridad.
El
que es mezquino y vil, carente de nobleza de espíritu, reconociendo
la superioridad de la obra ajena y de la persona que la creó,
tratará de que no se la conozca ni difunda, y hablará mal de ella,
la tergiversará, le atribuirá defectos y limitaciones, o la
calificará de ilusa, dirá que no es realista, o que es complicada,
o demasiado abstracta, o muy larga, aburrida, poco interesante, etc.
En presencia de la obra o de la persona que lo supera, al denigrar lo
que es valioso y grande, se hace él mismo más vil de lo que ya es.
Concluyo:
Toda obra grande es, para cada uno, una oportunidad, un desafío. Y
un espejo. “Espejito, espejito...”.
Luis
Razeto
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